[FOTOS | ENTREVISTA] Carla Peterson para la Revista Convivimos

“Me divierte mucho ser actriz” 


A días de estrenar Mamá se fue de viaje, Carla Peterson despliega toda su energía y seducción en una entrevista vertiginosa. Una estrella que brilla con luz propia.


Carla atraviesa la puerta de vidrio y llega con el ímpetu de una pequeña tromba. Viste una ropa que la hace pequeña, como un menudo skater adolescente de Suecia, o de Rusia, o de Buenos Aires. Pantalones amplios, una campera dos talles más, una gorra gris con estrellas. Su energía mueve la masa de aire. Fotógrafos, productores, asistentes y maquilladores forman una nube a su alrededor, inclinando el cuerpo a sus movimientos, con todas las luces de la atención encendidas, dispuestos a lo que mande, como un equipo ante su capitán legendario. Cuando esté en el medio de todos, aparecerá su amabilidad, su humanidad de barrio para saludarnos con un beso a cada uno, antes de dejarse conducir a la sala donde la producirían para las fotos.

Será un vendaval de flashes, utilizando diferentes rincones del exclusivo The Clubhouse, en pleno Palermo Soho. Territorio de estrellas. Cuando termine, con una mirada frontal e irresistible, se entregará a las preguntas.

¿Qué es lo mejor que te está pasando?
(Carla sonríe exquisitamente) Ver crecer a mi hijo. Tiene cuatro años y medio, empieza a ser mucho más compañero y compartimos muchas más cosas. También me hace feliz llegar acá, a la Argentina, y encontrarme con todos mis amigos. Hacer con otros las cosas que yo hago, charlar con mis amigas, ya no por las redes.

La amistad es importante para vos.
Tengo muchos amigos donde trabajo, me divierte mucho ser actriz porque trabajo con gente amiga que admiro y que me gusta. Eso me pone una sonrisa en la cara.

El 2016 Carla lo pasó fuera de Argentina, acompañando a su marido, el economista y político Martín Lousteau, quien se desempeñó como embajador en los Estados Unidos.

¿Sufriste el exilio en Washington?
No, la pasé muy bien. Me divertí, me hice muy buenas amigas, fue una experiencia genial. Permanecer sostenidamente, no sólo unos días, permite compartir experiencias, se arman como comunidades en las que estás en contacto con el otro todo el tiempo, te unís mucho.

Ya habías vivido en Nueva York y en Los Ángeles.
Sí, de muy joven ya había estado, pero esta vez fue distinto. Ahora que soy mamá, la búsqueda no fue mía, sino para que mi hijo estuviera bien, contento, disfrutara, que conociera cosas y se adaptara a otro idioma. También, como es mi primer hijo, hay muchas cosas que yo tengo que aprender, esté donde esté.

Estás loca de amor por tu hijo, ¿no?  
(Asiente con una sonrisa en que la mujer, la actriz, la estrella, se derriten. Gaspar vivirá iluminado por la imagen de esta mamá).


¿Cómo es ser una mamá actriz?
Es una mamá que no tiene tanta rutina. A mí me cuesta mucho la rutina y Gaspar me acompaña mucho. Me da risa cuando él descubre que soy actriz; me ha dicho: “Yo quiero ir adentro de la televisión también”. Dice: “Mamá trabaja en un teatro”, y entonces ve un escenario y me dice: “Andá y trabajá”. Pienso mucho en qué piensa él cuando me ve actuar.

¿Le vas explicando?
Sí, y estoy esperando el estreno de la película que estamos haciendo ahora para llevarlo.

Los actores tienen un trabajo sobre un ego que debe ser muy fuerte, ¿cómo lo manejás?
Ya no pienso tanto en mí, sino en él. Además, el tiempo pasa tan rápido, y quiero disfrutar cada día, porque ya empieza el colegio y no vamos a tener el tiempo que tenemos ahora. Estoy descubriendo tantas cosas. Estoy fascinada y disfrutando de este momento.

¿Gaspar se lleva bien con el papá?
Sí, se divierte mucho más que conmigo. El padre le deja hacer todo lo que quiere. Llego y están tirando cosas y jugando. Tengo que poner orden.

Carla era aún una adolescente cuando fue a Estados Unidos para sumar clases de danzas a su formación como actriz. Siempre supo que quería actuar. Le gustaba la música, cantar, mirar a los actores (“siempre miré mucho”) y luego le gustaba actuar. Cuanto más intensamente miraba, mejor le salían los personajes. Nació con curiosidad, talento y la capacidad de concentrarse enteramente en cada cosa que hace. A los 20 se metió en la televisión con Montaña Rusa. A los 23 fue Valeria en Naranja y media, a los 25 fue Perla Gómez en Verano del 98, a los 28 fue Brigitte de Son amores; a los 32 fue, ya consagrada antagonista, Connie en Sos mi vida, que compuso junto a Natalia Oreiro y Facundo Arana.

Los críticos ya la tenían catalogada por su versatilidad, frescura y solidez, viéndola también hacer teatro clásico con la Compañía Shakespeare Buenos, de su maestro Miguel Guerberoff, o trabajar bajo la dirección de Alicia Zanca en Chicas católicas.

Los 33 años es la edad en que se hace el mayor examen de consciencia de la vida, decía un político sabio. A los 33, Carla Peterson hizo Lalola. Consiguió concertar la capacidad y la actriz que había hecho de sí misma, con algo que el público ansiaba. La tira se convirtió en uno de esos programas que une a espectadores y creadores en una aventura única.

¿Cómo se construyó aquella Lola?
Con muchos años de actuación y un montón de trabajo en equipo. Tenía miles de preguntas. ¿Dónde se terminaba el chiste de disfrazarme de mujer, siendo un hombre al que le aprietan los zapatos? Por suerte, era un hombre que tenía que descubrir el mundo de una mujer, que es tan inmenso, tan rico y tan interesante. Donde terminaba una pregunta, empezaba otra, por lo que se podían hacer miles de capítulos.

Lalola no sólo fue el programa que le dio más audiencia a América TV, sino que fue exportado a Brasil, Estados Unidos, México, España, Francia, Rusia, Venezuela, y otros 30 países. Fue nominado en 2008 a los Premios Emmy Internacional como mejor telenovela.

Ese altísimo momento fue sostenido por Carla al darle vida a Sol Casenave en Los exitosos Pells, que hizo con Mike Amigorena. Siguieron obras en televisión, teatro, cine. Más precisamente, Carla ha participado de una u otra forma en 26 programas de televisión, una decena de obras de teatro y nueve películas. Ganó tres premios Martín Fierro como actriz en rol protagónico, otros tres premios Clarín como actriz revelación y actriz de comedia, y en 2011 recibió el Diploma al Mérito de la Fundación Konex como actriz de televisión de la década.

¿Por qué no parás de hacer cosas?
Porque me divierto. Además, haciendo lo que hago, no podés parar. Estoy preparada para dar un montón de cosas que aprendí en estos años, es necesario traspasar las experiencias. Y también tengo espacio para seguir experimentando. Veo muchos chicos que empiezan y ya cantan, bailan, actúan, editan sus programas… yo ponía la música en un casete y hacía una coreografía.

En 2015, dirigida por Javier Daulte, protagonizó Venus en piel, sobre una relación de amor entre un director de teatro y una actriz, en la que todo es llevado hasta el límite, incluso la capacidad de los actores. En ropa interior durante casi toda la obra, Carla compuso a Vanda y a Venus, que viven en realidades separadas por doscientos años. “El texto siempre te engaña”, dijo, al explicar que sólo vale lo que sucede arriba del escenario.

“Una obra es como un partido de fútbol, tocan el silbato y tenés que actuar, y, hasta que no termina el partido, tenés que correr”, afirma. “No te va a venir a sacar el técnico, tenés que terminarlo”.

Además, te encanta.
Y sí… ¿cuántos Mundiales jugás? ¿De cuántos protagónicos hacés un gran éxito? Yo voy a trabajar toda la vida, pero cuántas Lalola voy a hacer? ¿Cuántas Guapas, cuántos Pells? Entonces lo disfruto como si fuera el Mundial.

Así Carla Peterson ofrece su versión de la intensidad. Al actuar, “me dejo llevar por las sensaciones”. Requiere libertad absoluta para que fluya su energía, y entonces aparece Dolores “Lola” Padilla, Constanza Insúa o Venus. Son personas que estaban dentro de Carla, y que consiguió sacarlas en un rito junto con el público y con sus compañeros.

Carla Peterson descubre personajes que tenía en su interior, que fueron haciéndose en tantos años de mirar a otros. Los saca en los ensayos, capta lo que tienen de auténtico y acaba convirtiéndose en ellos.

¿Podés mantenerte a un costado de la política, estando casada con Martín Lousteau?
Me encanta la forma en que Martín hace política, y lo acompaño. Nos acompañamos en lugares y momentos que sentimos que para el otro son importantes. Para mí es importante que esté conmigo en un estreno, pero, por otra parte, no necesito acompañarlo para mostrar que estoy con él. Me gusta escucharlo, pero no me gusta hablar de él como político. Lo guardo como algo íntimo. Si yo quiero hacer algo sobre política, lo pongo en pensamiento arriba de un escenario. Le hago muchas preguntas sobre política porque confío en su respuesta y creo que a él le pasa lo mismo cuando vamos a un teatro.

Con la fuerza y el enganche que tenés con el público, ¿pensás que un día podrías ser una Eva?
Siempre hicimos los dos nuestro trabajo, incluso viviendo en Estados Unidos yo vine a trabajar. No me imagino haciendo otra cosa que lo que hago. Además de acompañar a Martín, yo hago muchas cosas, tengo un mundo, también represento a la Argentina. Cualquiera que me viera con él en Washington podía googlear mi nombre o mirar una película en un vuelo a Dinamarca y encontrarme. Tengo un camino.

Ya se ha puesto de pie. Dice algo más de su hijo y se despide. Va a materializarse en otra escena. Lo último que vemos es su melena rubia, iridiscente, que deja flotando una luz en el invierno de Buenos Aires.

Revista Convivimos

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